El viaje fue re tranquilo. Jugamos a las cartas, vimos pelis y escuchamos música. Paramos en Villa María a desayunar. Jugamos con la pelota y dormimos un poco, comimos los chicles que nos regaló Jorgelina y finalmente, después de 10 horas de viaje ¡llegamos!
Increíblemente, la oración que nunca apareció fue "¿Cuánto falta?"
Llegando a Merlo la vista nos enamoró. Una vez en la posada bajamos los bolsos y nos acomodamos en las cabañas. El lugar tiene un estilo rústico campestre, con pileta, hamacas paraguayas y una tremenda vista a las sierras.
Luego de almorzar pollo con papas y helado de postre, partimos a hacer deportes extremos (¡Tirolesa!). Después fuimos al Chorro de San Ignacio, en donde Testo y Lucas se metieron debajo de la cascada.
Volvimos tremendamente cansados pero contentos. Nos metimos en la pileta de la posada y luego descansamos un rato. Los lugares a los que fuimos eran hermosos e inolvidables.
Finalmente, comimos unos ricos tallarines. Mañana nos espera otro fantástico día de aventuras y aprendizaje.